martes, 8 de septiembre de 2009


Arístides Esteban Hernández Guerrero (ARES.) Aut
Me he dado cuenta que compro más por necesidad que por ganas o costumbre de comprar. Eso me hace sentir bien porque creo que podría ser más consumista en proporción y acorde con la tendencia del mundo moderno. Compro porque necesito, porque es básico tener ciertos objetos en mi casa o en mi cuerpo. Por ejemplo, al momento de comprar la hamburguesa “Del Tío Billy” pensé en si podría aguantar hasta llegar a mi casa y definitivamente era imposible. Ya estaba explotando de hambre por dentro y no había comido en todo el día. Sin embargo, muchas veces he comprado definitivamente por costumbre o por ‘ley’ absurda como las cervezas en los bares a los que voy o los capuchinos o jugos en la cafetería a donde voy aun sin tener hambre o sed.

Puedo deducir de mi estudio que sigo un patrón fuerte de mis padres. Esto, porque tiendo a no necesitar muchas cosas triviales y eso es un hábito que lo tengo en especial por mi mamá. Aunque, en muchas cosas creo que soy mucho más consumista y temática con deshacerme de las cosas que siento que no utilizo casi nunca. Según la apreciación de esta semana, el 80% de cosas que consumí eran necesarias y útiles, las demás están destinadas a los espacios de diversión, entretenimiento y otros tipos de distracción acordes conmigo.

Por fortuna, no tengo el chance de consumir más que mis posibilidades porque no tengo ningún tipo de dinero plástico. Toda mi sustancia de consumidora funciona con ayuda de mi semanada y de cierto dinero que tengo ahorrado o que encuentro en los bolsillos de mis carteras o vestimenta.

Sí me dejo llevar por la publicidad. Si hay un concierto o un evento en Facebook que me atrae mucho, no dudo y me siento ansiosa por ir. En general, llaman mucho mi atención todos los eventos, cosas y sensaciones no cotidianas. Si hay una forma de incitarme a asistir a algún lugar es el Internet.

En vista de mi reducida cantidad de dinero para gastar a la semana ($10) soy conciente de cada cosa que compro. Eso, por supuesto, ha hecho que logre no comprar muchas cosas que podría no necesitar y que podrían ser desperdicio al final.

El diario consumo

27 de agosto
4 buses, pan, cover del bar, Cerveza, taxi.


28 de agosto
6 buses, gasolina, cerveza, entrada al karaoke, pool taxi, toallas sanitarias.29 de agosto
saldo, entrada del teatro, comida de mi perra comprada de apuro en la tienda

30 de agosto
Peluquería de Amélie, compra de frutas y snacks para la u.
31 de agosto
Compra de libros y cuadernos de la u, inscripción en el curso de manejo.






1 de septiembre
5 buses, un sánduche, pasta de dientes comprada en la tienda.


2 de septiembre
4 buses, almuerzo cerca de la u.

3 de septiembre
Ingredientes para la lasagna, regalo de cumpleaños para mi mamá, 4 buses

4 de septiembre
1 bus, resaltador, cheesecake, agua aromática,


5 de septiembre

Cd regrabable, disfraz.

6 de septiembre
Cañas de azúcar, chequeo del carro

7 de septiembre
4 buses.

8 de septiembre
5 buses, leche de soya, hamburguesa del “Tío Billy”.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Momentos memorables del consumo


Cuando tenía entre cuatro y cinco años había cosas que siempre comprábamos cuando íbamos a ciertos lugares con mis papás. Por ejemplo, cada vez que mi papá iba a Guayaquil a vernos (trabajaba en Salinas) nos llevaba a comer pizza a un lugar que se llamaba Italian Deli en el Policentro.

También cuando iba a ver a mi abuelo a su consultorio, comprábamos pan de yuca y yogurt en el Yogurt Persa que quedaba en la planta baja del edificio donde mi abuelito trabajaba.

Otra cuestión memorable fue la compra de mi primer disco: el de las Spice Girls. Me acuerdo clarito que costaba cincuenta mil sucres y lo compramos en la única tienda de discos originales en Salinas, con uno de los recién salidos billetes de 5o ooo.

Otra experiencia fue cuando compré mi segundo celular con mi primer sueldo. Esto fue cuando tenía 15 años. Lo compré casi a escondidas de mi papá, una semana después de haber perdido el otro celular que me habían dado. No recuerdo cuánto me costó. Me acuerdo que una tarde después del colegio, fui con mi mejor amiga a una tienda de BellSouth.

Análisis de mi entorno

Amo... odio...

Amo el viento de verano, amo cuando la gente me sonríe, amo los días soleados, amo los colores, amo los entornos en que hay música que a mí me gusta, amo los regalos, amo los espacios verdes, amo los espacios no convencionales, amo los olores que me remiten a otros tiempos, amo que fluya el tráfico.

Odio el smog, odio los conflictos, odio el estrés de la gente y el mío, odio el clientelismo, odio las poses exageradas, odio los sapos, odio los intolerantes, odio los espacios llenos, odio las rutinas, odio los ruidos no sustentados.

Hábitos de consumo


En realidad, en mi casa somos bastante ahorradores. Mi mamá es anti-consumista en casi todo. De hecho, a veces exagera. Cree que todo es reutilizable o que en algún momento le va a ser útil. Así, hay muchas cosas que se utilizan o no se botan sino hasta que realmente hayan terminado su ciclo. En ropa y demás sí somos más consumistas. Nos gusta comprar y quizás tengamos cosas que no utilicemos al 100%. En música también somos consumistas. Mi mamá compra mucha música o la obtiene del Internet, aunque en general siempre escucha todos sus discos. Por el otro lado, mi papá es más consumista que mi mamá en muchas cosas como en la ropa u otros bienes suntuarios, especialmente tecnologías y novelerías de ese tipo. Mi mamá siempre trata de comprar lo estrictamente necesario. Sólo se excede en alimentos y en mimos para mi perra o cosas que pedimos. Mi papá no. El lo hace porque no tiene control ni conciencia de comprador, entonces no distribuye su dinero sino que encuentra necesidades especialmente en ropa, artículos electrónicos (cuando viaja) o cuestiones de deporte como entradas a partidos de fútbol o para ejercicio personal.